La Universidad es una institución socialmente creada. Su propia existencia se basa en trabajar con los diferentes actores estratégicos de la sociedad que la alberga. Sin embargo esto nos lleva a problematizar la función de la Universidad en un sistema democrático como parte de una economía emergente como es Baja California.
La Universidad, y principalmente una enclavada en Baja California, tiene que verse desde la perspectiva de lo que llama Karl Popper en su libro Open Society and Its Enemies, la “ingeniería social incremental.” Ya que la Universidad tiene tres responsabilidades principales que la fundamentan: la enseñanza, la investigación y la vinculación. Es un actor estratégico con recursos únicos, pero no por eso puede comprenderse como un ente poseedor de la verdad absoluta.
La Universidad tiene que tener claro el tipo de sociedad y tiempo en el que existe. Pero tiene que fomentar esa necesaria creatividad que sus recursos únicos le ofrecen. Viendo la Universidad desde la perspectiva de Baja California, su responsabilidad en la enseñanza, investigación y vinculación con los actores estratégicos es enorme. Principalmente visto desde la perspectiva de la situación de economía emergente que vive la entidad.
Por un lado no puede intentar imponer una visión totalitaria de los cambios que requiere Baja California para seguir desarrollándose y salir de ser una economía emergente. Pero por otro lado, está llamada a ser agente del cambio que tiene que trabajar en alianza estratégica para lograr mayor creatividad e innovación para ser competitivos en el siglo XXI y ante las tendencias de la globalización.
Es dentro de esta problemática que debemos dejar claro el tipo de Universidad que necesita Baja California. Para lo cual podemos utilizar lo planteado por el ex–Presidente de la Universidad de Harvard, Derek Bok, en su libro Beyond the Ivory Tower: Social Responsibilities of the Modern University. Para Bok, la Universidad tiene una dual dinámica que le determina su responsabilidad social. Es claro comprender que la Universidad, no puede verse así misma, aislada de la sociedad que la crea y constituye.
Esta primera dinámica llama a que la Universidad debe responder a los problemas sociales. Utilizando sus recursos únicos para analizarlos y plantear propuestas de cómo enfrentarlos de forma incremental. Entre estos recursos únicos, se encuentra su capital humano. El cual gracias a la sociedad, se ha preparado y tiene una educación con unas competencias que le son excepcionales a cualquier otra institución social. Ese capital humano, junto a las tecnologías de vanguardia, deben ser utilizados para mejorar las comunidades a las cuales sirve.
Pero también tenemos que ver la otra dinámica, que está relacionada a la apertura y colaboración de la institución con otros actores. Ya sea siendo el líder, o siendo parte de un grupo, la Universidad tiene que dejar el espacio para que otros actores estratégicos participen en las propuestas ante los retos de las sociedades. Su papel siempre tiene que ser visto como un actor estratégico que por su capital humano, tecnología y estructura, puede dar unos recursos que ningún otro puede, pero que necesita y debe colaborar para realmente transformar la sociedad que la alberga.
La Universidad que necesita Baja California, es una que siga esta doble dinámica. Primero, una que sea parte de la sociedad de la que su propia existencia depende. Donde su capital humano, dirija la investigación y la creación de conocimiento. Pero también incorporando la teoría creada por ella como por otras entidades, para lograr estudios prácticos que generen el cambio para transformar la economía de Baja California hacia una creativa, innovadora, emprendedora y de alto avance tecnológico. Lo que llamamos Nueva Cultura Económica.
La Universidad que necesita Baja California debe trabajar con otros actores estratégicos, como los empresarios, sociedad y gobierno, en la llamada cuádruple hélice para hacer más efectiva y eficiente la gestión. Los retos del siglo XXI hacen necesario dejar atrás las iniciativas individuales de cada universidad, y exigen una colaboración interdisciplinaria. La competencia entre instituciones educativas es saludable, pero eso no puede limitar la colaboración. La propia existencia de un buen nivel de vida democrática en Baja California nos lo exige.
Excelente Héctor, por llamar a las universidades al trabajo interinstitucional -y sólo así- para responder a los retos sociales, junto con otros agentes sociales, con base en los recursos de las universidades: colaboradores, tecnologías y estructuras.